¿De qué huyo preguntaste?
De ti, de mí, de los vivos con sus desorbitadas miradas,
entre la enigmática penumbra y su clepsidra
con su péndulo oxidado haciendo muecas,
despilfarrando olvidos entre el rechinar de sus bisagras
y su tictac nauseabundo
mientras caen las sombras que enloquecen la cordura
y se guarecen entre hoscos túneles poseídos
por el más crispado y recóndito mutismo.
Entretanto -detrás del suspenso de la media noche
en un florido campo de rosas negras,
donde se cuecen besos en las frías tumbas
y se agrietan verbos entre las mejillas-
te espero, en la resonancia de la soledad sombría
donde escribo versos que huelen a hierbabuena
con sahumerios de lienzos fríos, al abrigo del arpegio
tarareado en el bandoneón de tu fantasmal caricia.
Casi a hurtadillas entre las roncas voces de tu silencio,
te miro, con los fantasmas del ávido delirio
cosiendo sudarios y esquelas en conjuros
para una muerte lenta, lapidario guiño del destino.
¡Me miras! El paroxismo en tu mirada enarbola volcanes,
enfurece los mares y estremece el universo…
¡Holocausto de lenguas! Tú águila, yo frágil gacela.
¡Oh muerte! Dame tu respiro y crucifícame entre tus perniles.
Sobre el diván dos cirios cuales brasas cauterizan los blancos lienzos
y sus lágrimas de cera se derriten bajo el fuego entre tulipanes negros.
Ligia Calderón Romero
© Derechos Reservados
17 de noviembre, 2008
lunes, 5 de enero de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
1 comentario:
Hola Ligia, como siempre un enorme placer andar por tus letras. Escelente, nunca defraudas poeta!
Publicar un comentario