Abre la tarde el broche de su falda,
delgadas sedas cuelgan de su talle
cual matizadas flores en el valle
y un girasol lucífero a su espalda.
Luce pupilas de color violeta,
su cabellera de amapola y grana,
arden las nubes cual hermosa liana
contonean las aves su silueta.
Esplendoroso el velo atardecido,
deshojando sus pétalos de rosa,
del olimpo artimaña de una diosa,
crepuscular sonata en estallido.
La tarde que armoniza su cortejo
despunta sus zafiros nacarados,
cuelgan como quinqués iluminados,
en la penumbra su voraz reflejo.
Cierra la tarde puertas y ventanas,
brillan los astros luz angelical
abre la noche bello manantial
magia, fulgor, crepúsculos y dianas.
Ligia Calderón Romero
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22 de marzo, 2008
domingo, 23 de marzo de 2008
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