Febrero y cupido con su arco
te traen de regreso hasta mi casa,
florecen dalias amarillas
reverdece el césped en mi patio.
Un céfiro agita mis cabellos
enardecida caricia de tus manos,
absorbo el vapor de tu sonrisa
entre tus labios, apenas dibujada.
Extasías los segundos en mi cuello
al fragor de tus manos en mi espalda,
aljófares en racimos colgados
arropan las pieles desnudas.
En el orbe semejan lágrimas de cielo
tus miradas al eco de un suspiro
las ansias en tus bordes deletrean
mis labios sedientos, tan noveles.
Acuñamos crepúsculos y estrellas
y es tan párvulo el universo
para colgar los soles que surgen
al rechinar de nuestros piélagos.
© Derechos Reservados
Ligia Calderón romero
11 de febrero, 2009
viernes, 20 de febrero de 2009
sábado, 7 de febrero de 2009
Un día común
Sábado, un día como cualquiera
con los ojos de la miseria pegados a su cara
y no es que en la mesa falte pan
ni en el armario vestido.
Tampoco el techo sobre las miradas, ni el sol de febrero,
pero este frío no se alivia con el abrigo,
ni el hambre se sacia con pan,
entre tanto, el aire se pudre, asfixia la materia.
En una esquina el fogón se repliega
no hay leños que enciendan sus relicarios
y el gato de cera dejó un eco de orfandad
que galopa al trote del viento entre la casa.
Afuera crece un árbol de frutos podridos:
los delitos sin condenas, la esperanza desteñida,
con los ajados azahares del limonero
y en el pedestal un grito. ¡Sólo el hálito del búho!
¡Las conciencias ajenas, vestidas de carnaval!
Pero, ¿Cuáles conciencias, me pregunto?
¿Acaso en este mundo habrá conciencias
o será que hasta eso nos han saqueado?
No, de este lado del universo no hay conciencias,
sólo casas vacías esperando ser pobladas,
entre tanto, sigue el carnaval con su sonrisa de inopias,
se desmorona mi casa, atesoro el regreso de las conciencias.
Ligia Calderón Romero
© DERECHOS RESERVADOS
7 de agosto, 2009
con los ojos de la miseria pegados a su cara
y no es que en la mesa falte pan
ni en el armario vestido.
Tampoco el techo sobre las miradas, ni el sol de febrero,
pero este frío no se alivia con el abrigo,
ni el hambre se sacia con pan,
entre tanto, el aire se pudre, asfixia la materia.
En una esquina el fogón se repliega
no hay leños que enciendan sus relicarios
y el gato de cera dejó un eco de orfandad
que galopa al trote del viento entre la casa.
Afuera crece un árbol de frutos podridos:
los delitos sin condenas, la esperanza desteñida,
con los ajados azahares del limonero
y en el pedestal un grito. ¡Sólo el hálito del búho!
¡Las conciencias ajenas, vestidas de carnaval!
Pero, ¿Cuáles conciencias, me pregunto?
¿Acaso en este mundo habrá conciencias
o será que hasta eso nos han saqueado?
No, de este lado del universo no hay conciencias,
sólo casas vacías esperando ser pobladas,
entre tanto, sigue el carnaval con su sonrisa de inopias,
se desmorona mi casa, atesoro el regreso de las conciencias.
Ligia Calderón Romero
© DERECHOS RESERVADOS
7 de agosto, 2009
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